viernes, 7 de junio de 2024

SALTO A RUSIA

El viaje en ferry a Rusia transcurríó entre comidas, siestas, sudokus, cena, alguna cerveza, la noche en el camarote de 12 personas, desayuno, ...

Por suerte, durante un rato dos buques militares aparecieron en el horizonte, hicieron una maniobra en nuestra proa obligándonos a variar el rumbo, nos flanquearon un rato y se marcharon. Por la posición en la que estábamos debían ser emisarios del Sr. Jong-un que nos daban la vienvenida a aguas norcoreanas...

Llegar en Ferry a Vladivostok es como entrar en autobús en Sant Antoni de Portmany o tantos otros pueblos de España, solo que en vez de una alameda es un rosario de pequeños islotes coronados de verde que van dejando un paso cada vez más angosto a medida que uno se acerca al puerto natural. Majestuosa naturaleza.

Atracamos a las 15 h, nos dejaron desembarcar a las 17 h, nos tuvieron a nosotros dos y media docena de inmigrantes más en una sala de espera una hora para hacernos luego un interrogatorio personal con cuatro militares en un despacho durante otra hora más.

Aquellas cuatro personas saben hoy de mí mucho más que la mayoría de vosotros...

Y por fin en suelo Ruso!!!

En la salida de la terminal nos esperaba Yuri Melnikov, nuestro agente de aduanas privado, quien, mucho más allá de su cometido burocrático, nos acompañó a cambiar dinero, comprar una tarjeta SIM  y a buscar alojamiento. Gracias a él nuestro desembarco en Rusia fue poner el pie derecho y firme para empezar una nueva etapa de nuestro viaje con mucha ilusión.

Después de casi dos meses de viaje, Vladivostok ha sido una gran sorpresa. Tiene ese punto decadente de las grandes ciudades que vivieron tiempos mejores, pero a la vez con destellos de poderío emergente de una economía basada en pilares sólidos.








Vladivostok nos resultó una ciudad ordenada, familiar, conocida, semejante a las que estamos acostubrados en nuestro país. Y no solo la ciudad sino la gente, el ritmo, el ambiente.

EEUU y Corea eran mundos nuevos para dos payeses baleares como nosotros. Esta ciudad 'es europea'.

Bien, maticemos, el centro y la parte más funcional de la ciudad lo es. A medida que uno camina del centro hacia el extraradio residencial, los edificios clásicos de colores pastel van dando paso a edificios de viviendas (antiguos y modernos, bonitos y feos) de 20-30 plantas diseminados sin un orden aparente por las colinas que circundan la ciudad. Allí sí que caminar por sus calles, muchas sin pavimentar, es como meterse en una película de la época de la guerra fría... Pero todo está bien, no pasa nada, se puede vivir sin miedo allí, en la actualidad Rusia en un lugar seguro incluso en estos entornos urbanos que nos transmiten una sensación hostil. (Apreciación basada en testimonios locales...)






En Vladivostok hemos comido muy bien y barato. Hemos visitado algún museo (aunque estando estrictamente todo en ruso...es difícil apreciar los contenidos). Hemos tomado cervezas (y algún vodka) alegremente en compañía local. Hemos disfrutado de un relax esta vez con la buena sensación de saber que el trabajo de Yuri iba según sus previsiones y el lunes 3 de junio podíamos tener las motos.



Y en realidad nuestras cabezas estaban ahí, deseando rodar de nuevo pero esta vez con nostalgia de dejar una ciudad que nos ha acogido con hospitalidad y reconectado con las ilusiones del viaje.


No hay comentarios: