lunes, 15 de julio de 2024

VISITA AL CAÑÓN DE CHARYN Y EL PARQUE DE ALTYN-EMEL

Siguiendo recomendación de otros viajeros salgo de Almaty en dirección opuesta a mi rumbo, hacia el Este, y recorro en tres días unos entornos naturales preciosos que ponen una nota muy especial en la percepción del paisaje kazajo.

El Cañón de Charyn, un muy pequeño Gran Canyon pero que ofrece una caminata muy amena. 


 Y, tras dormir en un agradable rincón del camino visité el Parque de Altyn-Emel.

Esta fue una experiencia espectacular. Es un parque de centenares de km de estepa desértica salpicado de sorprendentes formaciones geológicas. Y todo ello en la práctica soledad. Por la mañana del primer día coincidí con tres majísimos chavales portugueses subiendo una duna solitaria que, al parecer, a veces emite un sonido único. Compartimos una emocionante y preciosa excursión a la cima de la duna y luego un buen rato de conversación.


Menhires en el camino.

Extensa llanura desértica.

Ascenso a la duna que canta.

Celebración en la cima




La circulación por el parque son pistas de tierra y grava que en 24 h que estuve me ofrecieron 250 km de diversión! Con una pequeña caída sin demasiadas consecuencias debido a una zona de grava profunda sobre la que no supe controlar la moto y acabamos rodando por el suelo.



Hice la noche dentro del parque en una zona de acampada en la que estuve solo desde las 16 h hasta las 20 h cuando apareció una autocaravana con una pareja de mi edad que se mantuvieron a una prudente distancia y desaparecieron a primera hora de la mañana tras dejarme amablemente los restos de su avituallamiento. Con lo que desayuné un valiosísimo yogur de limón!!

En este punto el escenario eran unas montañas con estratos de colores que hacían un paisaje marciano. Amarillo, verde, negro, rojo, blanco, gris, …. Resultaba increíble cómo pudo la naturaleza teñirse de estos colores sobre tan caprichosa geometría.







La mañana del martes 9 de julio salía del parque pronto por la mañana para recuperar mi rumbo al oeste cuando fui a repostar y viví uno de estos momentos bonitos del viaje.

La gasolinera era un edificio minúsculo y con aspecto de abandono. En él había una señora mayor despachando a través de una ventanilla y podía adivinarse a su espalda simplemente una pequeña infravivienda. Después de repostado y pagado la mujer vino a mi encuentro sobre la moto y me ofreció un té. Así que la acompañé al interior de su ‘zulo’ mientras lo preparaba. Charlamos al estilo Babel con más ganas de comunicación que éxito. Tomamos el té. Fumamos en ese recinto en el que había montones de bidones de combustible viejos apilados. Vimos fotos. Comimos galletitas y fruta. Pasamos una hora en esa compañía extraña pero cálida. Al marcharme me regaló una bolsa de albaricoques y manzanas que me resolvió postres, meriendas y desayunos durante 3 días.


A punto de ponerme en marcha apareció un motorista solitario inglés con el que estuvimos charlando media hora más.


Y de esto va el viaje de que a veces te arrastra a hacer miles de km para disfrutar de un paisaje y a veces te ancla para disfrutar de una compañía.

Y esto no era más que un preludio de lo que estaba por venir.