lunes, 26 de agosto de 2024

UN VIAJE DENTRO DEL VIAJE. MONGOLIA

 Desde la entrada en Georgia y la posterior llegada a Estambul la sensación de estar llegando a Europa de nuevo está cada vez más presente. Los entornos exóticos e inóspitos van quedando atrás.

Empiezo a sentir nostalgia al percibir el fin de la aventura. Me siento en el camino de regreso a casa ya...

Voy bien de tiempo. Decido tomarme unas vacaciones dentro del viaje para disfrutar de un país que cruzamos demasiado deprisa y en el que dejé muchas ganas de vivir aventuras... Mongolia.

A mi parecer el país más salvaje, bello, libre y sorprendente de todo el viaje. Un país de cultura nómada que hace que esta aventura se sienta como en casa. Un país de fresca estepa verde. Un país de caballos, vacas y yacs paciendo libremente en toda su extensión. Un país de gente dura y bella viviendo en el campo. Un país de gente bellamente dura que resaltan la belleza del paisaje. Un país en el que uno se olvida de que existen fronteras. 

Así que dejo a Khongor (el nombre con el que bauticé a mi moto allí precisamente) en un párquing de Estambul y vuelo a Ulan Bator para vivir 5 días de aventura e inmersión cultural en Mongolia de la mano de Ogi, la mejor anfitriona posible para disfrutar de la Mongolia más salvaje.

Paseos por la montaña, conducción atravesando ríos, comidas desconocidas hasta el momento, paseos a caballo por la estepa, noches en gers impregnados de sencillo y profundo nomadismo, gentes acogedoras y divertidas, sensaciones a flor de piel, tiempo que fluye despacio mientras cala hondo...

















Y tras cinco inolvidables días, las verdes estepas mongolas y sus magnéticas gentes quedan atrás hasta siempre o hasta pronto...


баярлалаа Отгонцэцэг!
Keep on rocking!

Y ENTONCES...ESTAMBUL

Visitado Efeso retomo mi ruta hacia el norte, Estambul.

Por el camino, que alargo tres días, Google Maps me ayuda a ‘perderme’ por pequeñas carreteras de montaña a través de campos, pueblos y preciosos paisajes pintorescos que hacen del viajar en moto una delicia a disfrutar con lentitud.


La última acampada es en los inicios del área de influencia urbana de Estambul, a orillas del mad de Marmara.





Y tras esas últimas experiencias rurales, el día 15 de agosto, entro en Estambul.



La ciudad tiene unos 100 km de largo. Tardo más de una hora por una autovía interna en adentrarme al corazón de la ciudad. Llego por el lado asiático de la ciudad que, paradójicamente, es el más moderno y de aspecto europeo. Cruzo el Bósforo por un túnel que discurre a 50 m bajo el mismo y aparezco en el lado europeo. Sin embargo, en ese momento la sensación es la de haber vuelto a una urbe del lejano oriente. Bullicio, olores, desorden, vida, historia, sensaciones….

Llego a mi hotel en el Barrio de Karaköy. Recomendación de Mar, amiga de Ibiza, que vive largas temporadas en esta ciudad y la conoce bien. ¡Maravilloso entorno!

Después de 9 días acampando por el país, la pequeña pero limpia y coqueta habitación del Hotel resulta una bendición, un oasis, un regalo divino… El hotel, además, tiene un restaurante con terraza en la calle cubierta de un emparrado de lo más agradable que me recibe para tomar la primera cerveza de la ciudad…



No intentaré describir Estambul. Ni lo he conocido lo suficiente ni creo que se pueda llegar a eso en el tiempo de una vida humana y, llegado el caso, no sé si habría en el mundo papel y palabras para aventurarse a hacerlo…

Por muchos siglos de la humanidad, el ombligo del mundo conocido. Ciudad con un corazón enorme y potente que jamás dejó de latir. Aunque lo ha ido haciendo bajo diferentes culturas y banderas. Una ciudad en la que coexisten funcionalmente edificios e infraestructuras, separadas en el tiempo sus orígenes por miles de años. Como ingeniero, la contemplación de obras como el sistema de abastecimiento hidráulico de la ciudad, el sistema defensivo o las estructuras de los grandes edificios religiosos me han hecho sentir pequeño, poca cosa, intrascendente comparado con la magnitud de semejantes obras que, miles de años después, nos contemplan con la expresión de cariño condescendiente del bisabuelo.













Una amalgama viva de culturas en la que uno se siente atrapado y parte desde el principio. No olvidemos que, como ciudad de paso de todo el comercio entre Europa y Asia, ser viajero en esta ciudad es formar parte de una pieza más del puzle ancestral de su estructura cultural y social.






De la mano de Mar y Nadir, compañeros de la actividad de visitas turísticas, he disfrutado de potentes pinceladas de los barrios más característicos de la ciudad durante 5 días. He compartido interesantes ratos con otros compañeros viajeros de habla hispana durante las visitas y terminadas las mismas. Me he perdido por las interminables y magnéticas calles y callejones de la ciudad. Y, con eso, uno se da cuenta de que el resto de la vida no sería suficiente tiempo para satisfacer todas las inquietudes que Estambul te despierta.