martes, 20 de agosto de 2024

TIEMPO DE RUINAS

 Mi ruta por el país otomano continuaba hacia el oeste en dirección a Pamukkale y posteriormente tenía marcado Troya (para ver el caballo).

Como siempre, el camino buscando zonas apartadas, carreteras pequeñas o caminos y, de ser posible, lugares apetecibles en los que refrescarse.





Llegué a Pamukkale hacia las 5 de la tarde, con una temperatura rondando los 40 ºC, vestido de moto y unas colas para acercarse a los aparcamientos de acceso al enclave ¡¡horrorosas!! Así que decidí dejar la visita para el día siguiente a primera hora e ir a campar a un cámping fantástico situado en la cima de la misma montaña de la que surge Pamukkale. Y digo surge porque Pamukkale (Castillo de algodón) es una surgencia de aguas termales supermineralizadas (250 l/s) que al precipitar forman unas piscinas de blanquísimo travertino de formas caprichosas que parecen cascadas de hielo. Un espectáculo grandioso de la naturaleza.




La visita al día siguiente a las 6:30 de la mañana ya era otra cosa. Temperatura buena, luz preciosa y muy poca gente. A la entrada coincidí con Francisco, un motorista italiano con el que terminamos compartiendo la visita y unas cervezas luego en la piscina del cámping. Lo cierto es que la visita geológica está hecha en un momento, lo realmente interesante son las ruinas de la ciudad romana, con orígenes en el año 188 AC, asociados a este fenómeno natural: Hierápolis.

Teatro, calles, puertas de la ciudad, termas, … una visita en la que la imaginación tiene que hacer poco trabajo para visualizar la vida de la ciudad.







A esas horas mañaneras, entre las ruinas de la ciudad, cuatro grupos de catalanes nos encontramos y estuvimos departiendo. Unos de ellos, una pareja joven, me recomendaron cambiar Troya (donde al parecer ya no está el caballo) por Efeso. El chico, que parecía muy estudiado en el tema, me dijo que Troya lo descubrió un aventurero zafio y los restos que quedan están muy mal tratados. Sin embargo Efeso cayó en manos de un equipo arqueológico potente y resulta mucho más interesante.

Y así hice, terminada la visita y la cerveza con Francisco, recogí el campamento y reanudé ruta hacia Efeso.

Llegué al día siguiente por la mañana. Realmente la recomendación fue buena. En Efeso ya no es que la imaginación tenga que trabajar poco para imaginarte la vida de la época, es que parece que podrías entrar a vivir. En sus calles, los turistas, si desenfocas un poco la vista para borrar los anacronismos, podrían perfectamente ser gentes de la época visitando los comercios de la ciudad. Un espectáculo precioso e interesantísimo.






Qué potencia el imperio romano…

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