La ruta de Sarajevo a Croacia fue una preciosa carreterita a través de imponentes montañas sin a penas circulación.
Bien comido y agradablemente bebido (que no beodo) continué camino hasta Split, ciudad costera que me recomendó mucho un español con el que estuvimos de charla durante una comida en Sarajevo. Simplemente entré hasta el barrio antiguo de la ciudad que se encuentra junto al mar y di un paseo por este antiguo palacio fortificado que en su día erigió el emperador Diocleciano.
Un nuevo espectáculo de conservación de una edificación tan antigua y que todavía hoy sigue inmersa en lo que se fue convirtiendo, a base de reformas posteriores, en el barrio antiguo de la ciudad.
Sin demorarme más, hecha la visita, volví a mi ruta hacia el norte bordeando la deliciosa costa croata en el Adriático. Un rosario de calitas, puertos, embarcaderos, casas y pueblecitos junto al mar sin la mácula del urbanismo desmesurado que suele acompañar a nuestros entornos turísticos en el Mediterráneo.
Tras una noche acampado en una recóndita playa, que no podía sino recordarme a Ibiza, un baño matutino y de nuevo a la carretera rumbo norte.Ese día, tras cinco meses y medio y 35.000 km por medio mundo, sufrí el primer pinchazo del viaje.
A pesar de tener todo lo necesario para hacer la reparación y haber conseguido parchear el pinchazo de la cámara, un error de último momento volvió a llevarme a tener la rueda desinflada de nuevo y plantearme tener que empezar desde el principio otra vez. A recomendación de Marco (un motorista croata que se había detenido a ayudarme) sucumbí a la oferta de llamar a su mecánico. En 5 minutos estuvo allí, se llevó la rueda y la trajo con una cámara nueva en 30 minutos más. Así que solamente tuve que montarla de nuevo y seguir rodando tras 3 horas de parón...
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